Era una noche fría de invierno, llovía afuera, la ciudad se quebrajaba debajo de cada gota de llanto estelar, el o yo, ya no se quien es cual, caminaba por la vereda, intentando olvidar todo, era uno de esos días en que de verdad se extraña, con los huesos, con las entrañas, con el alma. En sus oídos sonaba la canción que por mucho tiempo lo había tenido obsesionado, esas ligeras notas musicales, que saltan de un lado a otro de su cabeza... la distancia de tu boca, esta matandome
...impávido...
seguía susurrando, mientras la lluvia, cada vez mas calmada volvía a traerle los recuerdos de esa mujer que le había quitado el sueño, su cabello, su voz, su esencia... Miró al cielo, nublado como siempre, las estrellas no se veían, el único camino que tenia para comunicarse con ella, tapado por esas, estas, las mismas que tu vez, las mismas nubes negras, no sabia que era de ella.
Las escaleras de su casa nunca le habían parecido mas pesadas, todo en el estada mojado, desde su ropa hasta su alma, subí (subió) dejando la estela de una tarde poco agradable y de una noche solitaria, se saco la ropa, los prejuicios, el peso de esta ciudad, de esta maldita ciudad, del color cemento, de los ojos apagados, de los espíritus golpeados. El teléfono sonó, corrimos a contestarlo, levantar el fono y escuchar tu voz, es lo único que pido...
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